Por Pablo Giuliano MUANÁ, Brasil, 29 oct (Xinhua) — Una pequeña comarca en la inmensidad de la selva amazónica de Brasil le rinde tributo al camarón en todos sus rincones. En la plaza central de Muaná, municipio de 45.000 habitantes en la Isla de Marajó (uno de los ecosistemas más biodiversos del planeta), una escultura rosada de camarón preside el rudimentario paisaje urbano y simboliza el orgullo de un pueblo que vive entre los ríos y la selva, bajo un constante calor superior a los 30 grados Celsius todo el año. A unos 80 kilómetros fluviales de Belém, la capital de Pará (norte), Muaná es conocida como la “tierra del camarón”. Allí, este crustáceo forma parte de la vida cotidiana y de la identidad local tanto como el açaí, fruto que complementa la alimentación y la economía de los ribereños. “Estamos orgullosos de ser la tierra del açaíy del camarón. Desde niños la gente se alimenta así en esta zona de Brasil”, dijo a Xinhua el alcalde Paulo Pantoja, conocido por todos como Birizinho, uno de los más jóvenes de la Amazonía de Brasil, con 38 años de edad. Los ríos y afluentes que bañan a la Isla de Marajó, ubicada frente a la ciudad de Belém, que será sede de la 30ª Conferencia de las Partes (COP30) de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en noviembre, son parte de lo que los científicos deberán discutir en tierra firme. La navegación en torno a Muaná tiene el paisaje de la selva amazónica, el río con sedimentos marrones y trampas artesanales de madera en la puerta de todas las casas de los habitantes del lugar, llamados ribereños, que trabajan siguiendo las técnicas de los pueblos originarios para cazar al crustáceo. Una de las personalidades del lugar es el ingeniero agrónomo Raimundo Nonato Guimarães Teixeira, pescador y técnico de la gubernamental Empresa Brasileña de Pesquisa Agropecuaria (Embrapa), el mayor vector de políticas públicas para el campo y la producción alimenticia de Brasil. “La actividad del camarón es secular”, explicó en entrevista con Xinhua. “La forma de captura aún es de origen indígena, hecha con materiales de la selva, con una palmera llamada ‘jupati’, usada para fabricar las trampas conocidas como matapis”. Nonato Guimarães Teixeira señaló, sin embargo, que ese método tradicional presenta problemas de sostenibilidad. “Existen algunas fallas en la cuestión de preservación de los cardúmenes de camarón”, dijo. “Esa estructura atrapa también a los camarones pequeños, que no tienen valor comercial”. Para reducir ese impacto, la Embrapa desarrolla una alternativa llamada “matapi ecológico”, un dispositivo hecho con malla plástica y tubos de PVC (policloruro de vinilo) que “permite que el camarón pequeño entre y salga de la trampa, sin quedar atrapado”, explicó. “Tiene una vida útil de 10, 15 o 20 años, mientras que el hecho con material de la selva dura una sola zafra de camarón, unos cuatro o seis meses”. El ingeniero subrayó que, además de evitar la tala de palmeras jupati, el nuevo instrumento busca “no comprometer la pesca futura”, al permitir que los ejemplares juveniles crezcan y mantengan la renovación natural de los bancos de camarón. “Si se capturan los más pequeños, se está comprometiendo la producción del futuro”, explicó. Nonato Guimarães Teixeira observó que la reducción del recurso es consecuencia de varios factores combinados. “Es una suma de cosas”, afirmó. “El aumento de la población, la captura inadecuada de forma predatoria (…) Puede haber también algo que no conseguimos medir todavía, como los efectos de los cambios climáticos, la calidad del agua o la salinidad”. La pesca del camarón amazónico en la isla ocurre sobre todo cerca de la desembocadura de los ríos que llegan a las bahías, donde el ambiente es más propicio. Según el técnico, el volumen del Amazonas empuja el agua del mar y reduce la salinidad, lo que favorece la reproducción del crustáceo. “Pero el aumento de la presión pesquera y la captura de camarones ‘miúdos’ (pequeños) afectan directamente la oferta”, alertó. Muaná celebra cada año su tradicional Festival del Camarón, que ya cuenta con casi cuatro décadas de historia. “Es una de las ciudades del Marajó que mantiene esa fiesta. Normalmente, se realiza en el primer fin de semana de junio, cuando ocurre el mayor volumen de pesca de camarón”, comentó. “La población prepara varios platos a base del crustáceo y se hacen concursos culinarios. Es algo muy importante para la cultura local”, dijo el ingeniero forestal de la Embrapa, la empresa de tecnología agrícola que Brasil utiliza para cooperación con países de Africa y América Latina. También habló sobre los cambios en la vida de los ribereños y los impactos positivos que espera de la COP30, sin embargo, subrayó que los resultados más esperados son los compromisos concretos sobre el clima y la financiación internacional para la Amazonia. “Hay que ver qué documentos y metas saldrán de esas discusiones, y si serán realmente ejecutables. Es necesario financiamiento internacional, por ejemplo del Fondo Amazonia, para mantener esta región”. El Fondo Amazonia es un instrumento de Brasil para que empresas y países donen para financiar actividades que permitan actividades de bioeconomía que generen ingresos de renta a la población de las selvas sin afectar el medio ambiente. El ingeniero destacó que la vida de las comunidades ribereñas ha mejorado con la llegada de la energía solar del Plan Luz Para todos del Gobierno brasileño, que subsidia el gasto de estas familias que viven en casas sobre palafitos, de madera, donde crían animales de granja. “Antes era todo con lámpara de queroseno. Hoy, en cualquier casita, incluso la más pobre, hay luz solar que alimenta un televisor, un refrigerador, una máquina de procesar asaí”, contó para graficar que los campesinos que tienen generadores de energía alimentados con placas fotovoltaicas han pasado del siglo XIX al XXI sin escalas con esta tecnología. En la misma línea, en entrevista con Xinhua, Sidney da Silva Ribeiro, extensionista rural de la Empresa de Asistencia Técnica y Extensión Rural (EMATER) del estado de Pará, explicó que “el camarón tiene una importancia muy grande en la cuestión de la seguridad alimentaria” de las poblaciones de las ciudades y poblados amazónicos que viven del río. “Hoy, con la disminución de la productividad de la pesca del camarón, la cuestión económica hizo que familias sumen otra actividad económica”, agregó Da Silva Ribeiro. Añadió que “no hay un factor específico para la reducción de esa productividad”, aunque señaló la “pesca predatoria, la mayor demanda, la polución de los ríos y el desmonte de la vegetación ribereña” como causas posibles. En su opinión, una de las soluciones sería establecer “un periodo de veda específico para el camarón, principalmente cuando sube el río y avanza sobre el bosque para desovar”. Fin
