Por René Quenallata Paredes LA PAZ, 18 oct (Xinhua) — Bolivia llega a la segunda vuelta presidencial del 19 de octubre en medio de una economía en crisis y un viraje político que anticipa el fin de dos décadas de predominio del izquierdista Movimiento al Socialismo (MAS). Sea cual fuere el resultado, el país experimentará un giro hacia un modelo económico liberal, tras el desgaste del paradigma estatal y redistributivo que marcó los años de bonanza del gas. El Modelo Económico Social Comunitario Productivo, basado en el gasto público, los subsidios y la redistribución de la riqueza, atraviesa su etapa más crítica con el déficit fiscal persistente, reservas internacionales en mínimos históricos, escasez de combustibles y una inflación creciente, una de las más altas en 20 años, coincidieron expertos en diálogo con Xinhua. La votación será además inédita: el primer balotaje de la historia democrática boliviana desde la Constitución de 2009. Las encuestas dan una leve ventaja al liberal ortodoxo Jorge “Tuto” Quiroga, aunque los sondeos en Bolivia han demostrado una y otra vez su falta de fiabilidad. En el otro extremo, el centrista Rodrigo Paz, ganador en la primera vuelta, ha logrado atraer a exmilitantes del MAS, servidores públicos, sectores populares y rurales que durante dos décadas garantizaron la mayoría absoluta al bloque de izquierda. “El principal factor que llevó al deterioro del modelo fue la fragmentación interna del MAS”, explicó a Xinhua el analista en políticas públicas y comunicador social, Marcelo Romano. “El Gobierno de Luis Arce perdió gobernabilidad en el Legislativo por la fragmentación del MAS y se vio impedido de aprobar medidas clave para atraer inversiones y acceder a créditos internacionales”. Romano dijo que, gane quien gane, el nuevo presidente deberá responder de inmediato a la presión social. “Ambos candidatos prometieron resolver en su primer día las filas por combustible, la falta de dólares y evitar la subida de precios. Pero esas son promesas difíciles de cumplir en el corto plazo”, afirmó. Desde 2006, el MAS construyó su legitimidad sobre un ciclo de prosperidad impulsado por el gas natural: la pobreza extrema cayó del 38 por ciento al 12,9 por ciento, el desempleo bajó al 5 por ciento y las reservas internacionales alcanzaron niveles récord de más de 14.000 millones de dólares. Pero la falta de nuevas exploraciones y la caída de la producción, más del 50 por ciento desde 2019, dejaron al país sin su principal fuente de ingresos, según datos del Gobierno. A ello se sumó la crisis política de 2019 con denuncias de fraude electoral, protestas, motines policiales y la renuncia del entonces presidente Evo Morales. A partir de ese momento, la economía no recuperó su ritmo, y el país comenzó a depender de la importación subvencionada de combustibles para sostener la demanda interna. “El futuro es incierto. Puede pasar cualquier cosa”, sostuvo el analista económico, estratega y experto en ciencias de la comunicación, Martín Moreira, para quien la segunda vuelta marcará el cierre de un ciclo político y no tanto el modelo, pues eliminar las subvenciones “significará grandes conflictos sociales y económicos”. “Sea Paz o Quiroga, el próximo Gobierno iniciará la era postMAS con enormes desafíos y una cuesta arriba inmediata”, reflexionó. Entre los retos, Moreira destacó la necesidad de reconstruir la gobernabilidad en el Legislativo. Ninguno de los candidatos cuenta con mayoría parlamentaria, y deberán tejer alianzas complejas. “El riesgo es que esas negociaciones deriven en corrupción o paralicen la gestión. Si gana Quiroga, el reto será mayor porque su campaña confrontó a frentes políticos con buena representación legislativa”, apuntó. El segundo gran desafío será económico. “Tarde o temprano habrá que revisar los subsidios a los combustibles, una medida impopular, pero inevitable”, señaló el experto. A ello se suman la crisis institucional, el deterioro del Estado de derecho y el avance del crimen organizado. Bolivia se asoma a una encrucijada del agotamiento del modelo gasífero, el peso creciente de los subsidios, cifras negativas en la balanza comercial y una década de déficit fiscal que colocan al país ante una transición inevitable. Más allá de las promesas, el nuevo próximo deberá redefinir el rumbo económico en medio de la presión social, la escasez de divisas y las expectativas depositadas en recursos estratégicos como el litio, que aún no se traducen en bienestar tangible. Tras 20 años de estabilidad y crecimiento bajo la izquierda, Bolivia votará mañana domingo por un cambio de modelo. Pero el país, que ya ha demostrado su capacidad para reinventarse, deberá decidir si ese cambio será una corrección o una ruptura definitiva con su pasado reciente. Fin
