Por René Quenallata Paredes LA PAZ, 16 ago (Xinhua) — Bolivia se encamina este domingo a unas elecciones generales consideradas las más inciertas y complejas de las últimas dos décadas, en un escenario marcado por la crisis económica, la fragmentación política del partido de izquierda el Movimiento Al Socialismo (MAS), la ausencia de un candidato con clara ventaja en las encuestas y una previsible segunda vuelta, según analistas políticos. La jornada se anticipa como un punto de inflexión en el rumbo político del país de 11,3 millones de habitantes, donde por primera vez en 20 años ningún bloque llega con hegemonía asegurada. A la contienda concurren ocho binomios presidenciales tras la renuncia de dos postulantes, en una lista marcada por la exclusión del expresidente Evo Morales por decisión del Tribunal Constitucional, lo cual desató bloqueos y protestas de sus seguidores. Pero, lejos de cohesionar a la izquierda, esa exclusión profundizó la división interna y debilitó la fuerza del MAS, que por dos décadas dominó el tablero político boliviano, con victoria histórica por encima del 50 por ciento, explicó a Xinhua el analista político, experto en seguridad y abogado José Ugarte. Señaló que, a diferencia de las elecciones desde 2005 a 2019, cuando Morales arrasó con victorias superiores al 50 por ciento, hoy no hay favoritos claros. “Las encuestas muestran un voto disperso, un elevado porcentaje de indecisos y un desgaste evidente en los partidos tradicionales. La polarización tras la crisis de 2019 y las tensiones dentro de la izquierda oficialista han abierto el escenario más impredecible en mucho tiempo”, afirmó. En coincidencia, los sondeos proyectan una competencia reñida entre dos candidatos de la oposición de derecha: el empresario Samuel Doria Medina y el expresidente Jorge “Tuto” Quiroga. Ambos se disputan el liderazgo en intención de voto, pero ninguno alcanzaría los márgenes suficientes para evitar una segunda vuelta. Sus propuestas coinciden en un giro liberal de privatizar empresas estatales, levantar subsidios, liberalizar exportaciones, sincerar el tipo de cambio del dólar, aplicar medidas de choque, entre otros para paliar la falta de divisas, escasez de combustibles, la inflación y el déficit fiscal. En el oficialismo, la figura de Eduardo del Castillo, exministro de Gobierno, no logra aglutinar a la militancia histórica del MAS, mientras que el joven político y presidente del Senado, Andrónico Rodríguez, disidente del movimiento, no ha conseguido capitalizar el voto de izquierda. “Es un hecho extraordinario después de dos décadas de hegemonía del MAS. El heredero de Morales (ahora distanciado) apenas disputa el tercer y cuarto lugar en las encuestas, en cambio Del Castillo candidato oficialista está al borde de hacer desaparecer la sigla si no logra el 3 por ciento”, apuntó Ugarte. Por su parte, el Tribunal Supremo Electoral (TSE) reconoce la complejidad del proceso, tal como lo señaló a Xinhua el vocal Gustavo Ávila, que admitió que la magnitud del desafío es inédita. “Estamos ante un proceso electoral muy complejo, con alto interés ciudadano y la mirada atenta de la comunidad internacional. La prioridad es garantizar un resultado legítimo, confiable y transparente”, declaró. La magnitud del reto se amplifica en un país que enfrenta una de las crisis económicas más severas en los últimos 20 años, con escasez de divisas, presión inflacionaria y déficit fiscal, que han deteriorado el poder adquisitivo de millones de hogares. “La economía es hoy el telón de fondo que explica el desgaste de la izquierda y la búsqueda de nuevas opciones”, señaló a esta agencia el politólogo y profesor de la Universidad Católica Boliviana, Carlos Cordero. “Después de 20 años de hegemonía, existe ahora un pluralismo que refleja tanto la crisis del MAS como el surgimiento de nuevas opciones que plantean una ruptura con el modelo estatalista de los últimos años”, dijo, al señalar que Bolivia atraviesa un doble tránsito de lo político y económico. En su lectura, la elección plantea dos visiones de país: un bloque que defiende mantener el rol central del Estado en la economía, y otro que apuesta por reformas de mercado y privatizaciones. El padrón electoral está conformado por 7.937.138 votantes, de los cuales 369.931 emitirán su sufragio desde el extranjero. Bolivia es un país joven: el 23 por ciento de los electores tiene menos de 30 años y más de la mitad no supera los 40. Además, la concentración urbana es clave: el 74 por ciento de la población vive en Santa Cruz (este), La Paz (oeste) y Cochabamba (centro), lo que otorga a estos departamentos un peso decisivo en el resultado. La Defensoría del Pueblo, que desplegará misiones de observación junto a 14 organismos internacionales y cinco nacionales, calificó estas elecciones como “las más importantes de los últimos años”. Sus equipos supervisarán el respeto a los derechos humanos en los recintos electorales, en particular en el voto de poblaciones vulnerables. Con un electorado dividido, una economía en crisis y un mapa político fragmentado, Bolivia se asoma a una cita decisiva que podría redefinir el rumbo del país. Si ningún candidato logra imponerse en primera vuelta, el balotaje abrirá un nuevo capítulo en una democracia acostumbrada durante dos décadas a la hegemonía de un solo partido. Fin