Por José Gabriel Martínez y Wu Hao FRESNILLO, México, 11 may (Xinhua) — Con el sol apenas asomando tras los cerros rojizos de Zacatecas, México, Felipe Ruiz madruga cada día para dirigirse a los invernaderos del Rancho El Álamo, en Fresnillo, donde lo esperan miles de plantas de jitomate, cuidadas con precisión casi quirúrgica en un entorno de calor seco, viento firme y tierra fértil. Sin embargo, mientras el jitomate florece en los invernaderos de esa región semidesértica, Felipe y otros productores y jornaleros zacatecanos temen que las nuevas presiones comerciales de Estados Unidos frenen su crecimiento y pongan en riesgo empleos y exportaciones clave para la economía rural del país. “Una hora de retraso y las plantas se marchitan”, explicó mientras ajusta una válvula de riego. Este productor de 45 años ha visto crecer los cultivos con ayuda de la tecnología, pero también ha aprendido que los factores que más afectan su trabajo no siempre vienen del clima, sino que también pueden provenir de oficinas lejanas en Washington. México es el mayor exportador de jitomate del mundo. En 2023, según datos de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER), el país envió a Estados Unidos más de 1,8 millones de toneladas de tomate fresco, lo que generó ingresos superiores a los 2.000 millones de dólares. Zacatecas, junto a Sinaloa y San Luis Potosí, figura entre los principales estados productores del cultivo. Pero una nueva amenaza se cierne sobre este cultivo: la posible imposición de aranceles adicionales por parte del Gobierno estadounidense, argumentando protección y defensa de sus productores nacionales. El impacto sería significativo para Zacatecas, donde miles de empleos directos dependen de esta actividad. “Está mal lo que está pasando con el pleito del jitomate”, dice Felipe. “Aquí el producto se vende más barato y el gasto es mucho. Allá rinde más el dinero”, agregó con preocupación. Felipe sabe que, si el jitomate mexicano se encarece por los impuestos de entrada, el comprador estadounidense podría optar por otras opciones. Adolfo Bonilla, socio de la sociedad de producción rural Agrícola B 15, propietaria de Rancho El Álamo, expresó con firmeza que el Gobierno mexicano debe defender al sector. “Tenemos un tratado de libre comercio entre México, Estados Unidos y Canadá (…) y si viene una medida arancelaria por parte de Estados Unidos al tomate, el Gobierno de México tiene derecho, y espero que lo haga, a imponer también medidas que compensaran el posible daño”, subrayó. Bonilla ponderó que los productores del estado han invertido en tecnología, cumplen con estándares fitosanitarios y son competitivos en calidad, por lo que un nuevo arancel “no tendría justificación técnica, solo política”. La disputa no es nueva. En 2019, Estados Unidos suspendió el Acuerdo de Suspensión del Tomate, lo que derivó en aranceles temporales del 17,5 por ciento. Aunque el acuerdo fue renovado, el temor de que vuelva a romperse persiste. Ello, a raíz de que el Departamento de Comercio estadounidense anunció el 14 de abril su intención de retirarse del acuerdo de 2019 sobre la investigación antidumping de tomates frescos mexicanos. La terminación de este acuerdo se hará efectiva alrededor del 14 de julio, con lo cual Estados Unidos podría imponer aranceles del 20,91 por ciento a la mayoría de las importaciones de tomate fresco provenientes de México. Al respecto, Bonilla enfatizó que él y otros muchos productores de jitomate no ven de manera positiva el anuncio de Estados Unidos por dos razones: “La primera, porque estamos convencidos de que en un momento de aranceles van a tener que pagar los consumidores” y la segunda, porque vulnera y va contra el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC). “Nosotros como productores no estaríamos dispuestos a sacrificar un porcentaje cercano al 21 por ciento de arancel en cuanto a la producción, porque ya de por sí estamos tratando de producir con la mayor eficiencia posible”, explica. “Será ya nuestra decisión si (con los aranceles) quisiéramos aceptar un daño que no nos convenga y tenemos la facilidad para decir ‘no’. Si no debemos producir tomate para exportar, pues podemos producir pepino o morrón; podemos producir otros productos, pero los aranceles como tal ni nos espantan ni nos desalientan para seguir produciendo”, anunció Bonilla. Para el secretario de Economía de Zacatecas, Jorge Miranda, la posibilidad de imposición de aranceles al jitomate mexicano por Estados Unidos es un tema sensible precisamente porque, además de afectar la exportación del producto, lo encarece para el consumidor estadounidense. Según cifras oficiales, más del 60 por ciento del jitomate que se consume en Estados Unidos es mexicano, y buena parte proviene de invernaderos como los que operan en Zacatecas, donde el uso de sensores, riego por goteo y control climático permiten producir durante casi todo el año. El secretario Miranda destacó que Zacatecas exporta más de 4.000 millones de pesos (unos 205,1 millones de dólares) en productos agroalimentarios, mayormente a Estados Unidos, y que medidas unilaterales solo podrían generar desequilibrios en toda la cadena de valor. En entrevista con Xinhua, añadió que el “proceso arancelario” de Estados Unidos y otras de sus decisiones económicas son el principal elemento que genera incertidumbre económica y limita la estabilidad y proyecciones de crecimiento en México. Miranda lamentó que con las medidas económicas de Estados Unidos se esté viviendo “el fenecimiento de la globalización”, un proceso “verdaderamente difícil porque hoy prácticamente todo el mundo está integrado”. No obstante, manifestó su optimismo de que en el corto plazo la situación se estabilice porque, dijo, “las cosas no le están saliendo bien al presidente (Donald) Trump”. “Esa es la realidad entre sus aliados y grandes empresarios norteamericanos, que hoy no están tan contentos con los resultados que ha dado todo este proceso arancelario”, afirmó. En Zacatecas, cuya principal actividad económica es la minería, la agricultura y el cultivo de productos como el jitomate son también un motor social para decenas de municipios rurales que dependen directa o indirectamente de la producción. La cadena de valor del jitomate es amplia: jornaleros, técnicos agrícolas, choferes de camiones, empacadores, exportadores. Todos podrían verse afectados si Estados Unidos decide endurecer su postura comercial frente al cultivo. Pese a ello, los productores zacatecanos mantienen su confianza en la tierra como sustento de vida. Felipe sigue enfocado en su jornada. “Aquí andamos echándole ganas, qué más. Nosotros aquí trabajamos todo el día. De siete a siete, todos los días, porque de esto vivimos”, dijo mientras revisaba la altura de las plantas. Su esperanza es que el campo sea visto no como un problema, sino como parte de la solución para ambos países. Mientras tanto, en este rincón del altiplano mexicano, donde la tierra rojiza contrasta con el verde profundo del jitomate, la rutina continúa. El sol ya ha trepado por el cielo y en los invernaderos se respira calor, humedad y trabajo. El futuro del jitomate está en juego, pero el esfuerzo diario del campo mexicano permanece firme. Fin

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