Por José Gabriel Martínez y Wu Hao BLUEFIELDS, Nicaragua 18 abr (Xinhua) — Vicente Juan Ruiz, de 45 años, conoce el mar como la palma de su mano. Todos los días antes de ejercer como concejal municipal en Bluefields, en la costa Caribe sur de Nicaragua, se levantaba a las 03:00 de la madrugada, sin importar las inclemencias del tiempo, para embarcarse en una jornada que se prolonga hasta el atardecer. Como pescador de Rama Cay, su vida está intrínsecamente ligada al océano, que provee no solo el sustento para su familia, sino también la esencia de su cultura. Las pequeñas embarcaciones a vela, características de su pueblo, surcan las aguas en busca de alimento, mientras el sol comienza a despuntar en el horizonte. En la isla de Rama Cay el trabajo no se detiene al regresar del mar. Las tareas agrícolas y la convivencia con la naturaleza complementan el día a día. “Como pueblo, cada familia decide adónde trabajar la agricultura. La pesca es de subsistencia. Lo poquito que traemos lo vendemos o lo compartimos entre nosotros”, explicó Vicente a Xinhua, mientras ponderó la importancia de la comunidad en el ciclo de la vida en Rama Cay. Allí, la vida sigue un ritmo propio, marcado por la naturaleza y la tradición. Rama Cay, capital del territorio rama en la Región Autónoma de la Costa Caribe Sur (RACCS) de Nicaragua, es hogar de unos 2.000 habitantes, que conforman unas 225 familias. La isla, bastión de la etnia rama, mantiene su esencia cultural pese a los embates del tiempo. Aún se observan casas de madera con techos de guano y suelos de tierra, aunque poco a poco, las láminas de zinc y antenas parabólicas empiezan a hacer su aparición, testigos de una modernización que, aunque inevitable, convive con el apego a la tradición. Anthony Oscar Omier, gestor cultural del programa de revitalización de la lengua, cultura e identidad rama, ha dedicado más de una década a preservar los elementos que definen a su pueblo. “Manejamos la pesca, la caza y la agricultura en pequeña escala para el consumo de la familia. El baile es parte de nuestra vida cotidiana, es una coreografía de nuestras actividades”, señaló. La danza, en particular, es un medio de expresión que representa la vida misma en la comunidad, una conexión entre el cuerpo y las tareas diarias que se lleva a cabo con respeto y dedicación. Anthony detalló que la cultura rama también se nutre del intercambio con otras etnias presentes en la región: “Nicaragua es un país multiétnico y pluricultural. Tenemos que aprender de otras culturas que también fortalecen nuestra identidad”. Este intercambio cultural, agregó, es fundamental para la preservación de las tradiciones y el enriquecimiento de la identidad indígena. La vida en Rama Cay, aunque aislada, no está exenta de los retos que conlleva la modernización y el crecimiento demográfico. Vicente comentó que en los últimos años se han iniciado proyectos de construcción para nuevas viviendas y asentamientos en un área de 300 hectáreas, respondiendo al crecimiento poblacional. La isla sigue siendo una reserva indígena, pero las mejoras en las condiciones de vida van de la mano con el respeto a las tradiciones. “Como pueblo, siempre hemos sido pacíficos y protectores de la madre naturaleza. Dependemos de ella y la cuidamos porque nuestros ancestros también lo hicieron”, afirmó Anthony. Los ramas son una de las seis etnias que coexisten en la RACCS. Bluefields, la ciudad más importante de la región y en la que conviven miskitos, creoles, ramas, garífunas, ulwas y mestizos, testimonio vivo de la riqueza cultural de la Costa Caribe nicaragüense. Bajo el estatus de autonomía, consagrado en el Estatuto de Autonomía de 1987, las comunidades indígenas y afrodescendientes han logrado mantener su identidad mientras participan en el desarrollo del país. La autonomía es el eje de su organización política y social, permitiendo que cada pueblo mantenga su sistema de gobierno comunal y que se respeten criterios de equidad de género y etnia en la conformación de los gobiernos regionales. Judy Abraham, presidenta del Consejo Regional Autónomo de la Costa Caribe Sur, de la etnia ulwa, explicó cómo la autonomía ha sido clave para el “buen vivir” de los pueblos originarios. “Cada etnia tiene el derecho de educarse en su propia lengua y preservar su gastronomía. La ley ha sido el instrumento que permite impulsar el desarrollo con identidad”, afirmó Abraham al subrayar la importancia de la Ley de Régimen de Propiedad Comunal, que protege los territorios indígenas y asegura que las decisiones sobre el uso de los recursos se tomen dentro de la comunidad. Johnny Hodgson, secretario político del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en la RACCS, destacó que la autonomía no solo ha permitido la preservación de la cultura, sino que ha sido una herramienta fundamental para fomentar el desarrollo. “El pueblo nicaragüense ha comprendido que la Costa Caribe es parte integral del país, con sus propios derechos, cultura y formas de vida. La interculturalidad es el puente que nos une como nación”, aseveró. La diversidad cultural de la región se refleja también en instituciones como la Universidad de las Regiones Autónomas de la Costa Caribe Nicaragüense (URACCAN) y la Escuela Regional de Artes Plásticas “Caribbean Unity”, en Bluefields. En esta última, jóvenes de todas las etnias reciben formación artística, lo que les permite regresar a sus comunidades con herramientas para fomentar la expresión cultural y el desarrollo local. “Aquí los jóvenes pueden formarse sin necesidad de migrar a otras regiones. Esto les permite contribuir directamente a sus comunidades”, explicó Michael Hammond, director de la escuela. El impacto de estas iniciativas es evidente en la región. Los pueblos indígenas, como los rama, han conservado su identidad cultural y encontrado en la autonomía y en el respeto a la interculturalidad una forma de participar activamente en la construcción de su futuro. La relación con otras etnias y con el resto del país ha permitido que la Costa Caribe no sea vista como un territorio aislado, sino como un componente integral del desarrollo nacional. A medida que el pueblo rama avanza hacia el futuro, proyectos como la construcción de nuevas viviendas en Rama Cay son una muestra de que la modernización no tiene que estar reñida con la preservación cultural. Las nuevas generaciones tienen el desafío de mantener ese delicado equilibrio entre tradición y cambio, entre el respeto a la madre naturaleza y la necesidad de adaptarse a un mundo en constante transformación. La Costa Caribe Sur de Nicaragua es un mosaico de culturas, una región donde la tradición y la modernidad coexisten, donde la identidad indígena se preserva y se enriquece con el intercambio cultural y la autonomía. Los pueblos de la región, con su rica historia y resiliencia, son un testimonio vivo de que es posible avanzar hacia el futuro sin olvidar el pasado y de que todas las culturas y etnias de Nicaragua pueden participar y pertenecer a un mismo proyecto de nación, sin tener que renunciar a sus tradiciones e identidad propias. Fin